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Terraza de pecados

Y los buenos amantes de la ciudad colmada de tentaciones son añorados por la ausencia del otro, la promiscuidad de aferrarse a los juegos para fantasear en las altas horas de la noche, la diversión entre ambos era lo que les había unido desde un buen principio y aunque muy a pesar de los dos, la rutina les acechó en sus vidas disolviendo la frecuencia del contacto piel a piel, labio a labio.

Los amantes con complicidad van más allá de una mera cita hablando de todo aquello que rara vez se puede comentar con otras amistades sin importar qué pueda pensar, tan sólo ser escuchado/a y de alguna manera hasta ser comprendidos. El contrato verbal tendrá el mismo valor que el escrito, ninguna. Los amigos no esperaban lo que les sucedió cuando después de muchas circunstancias, situaciones que no pudieron controlar, la distancia se había puesto entre ambos y él, prendido del dolor tomó la decisión que a su amiga la cogió desprevenida. Él, dañado por la distancia que su compañera interpuso entre ambos, tomó la decisión de seguir distintos caminos muy a pesar del disgusto que se llevaba consigo e igual que su amiga, vieron el vacío que les provocaba estar separados, alejados. Y un sentimiento que floreció en el chico que no predijo que pudiera ocurrir hacia su amiga.

Durante un par de días conversaron, explicándose mutuamente qué pensaban cada uno del motivo por el cual habían llegado hasta dónde estaban, su amiga le planteaba otra oportunidad pues igual que él, se había dado cuenta de las sensaciones y emociones que como su compañero no conjeturó. Hasta la vida de los amantes se complica cuando en lo único que busca es eso, la simplicidad. Sin embargo, como dos adultos que eran, tras darse cuenta de la impresión que se tenían, prosiguieron con la aventura de detener el tiempo al estar a solas con ellos dos y nadie más.

Por no romper la tradición de sus visitas, él la llevó a un bar del que sabía lo mismo que la amiga, desconocimiento absoluto.  Atreviéndose a no tener la intimidad que acostumbraban a tener en las terrazas, la mesa para verse impidiéndoles sentarse al lado.


Hablaron de tanto que los minutos corrían a contracorriente, la velada se acortaba tras revisar la hora el compañero “habrá que hacer algo antes que nos vayamos y me haya quedado con las ganas de probar su boca, acariciar esa piel tan suave, delicada”.  Se levantó de su silla, acercándose al calor que ella desprendía, la besó con tal frenesí, pasión y ternura que creía que rompería en pedazos, pues hasta entonces no tuvo la oportunidad ni de pasarla los dedos para sentir la delicadeza de su piel. Ella, con los remordimientos dándole vueltas le había impedido ser tan atenta como solía ser con él. Pero, cuando su hombre la atrajo hacia a él, respondió con la misma sinceridad al besarle. Eran de esos besos que hablaban más que las palabras, a veces la ausencia de los vocablos no provocaba ningún dolor. Sus fervores hacían de los cuerpos un temblor incontrolable, tomaban aliento entre beso a beso. El amigo, ansioso por hacerla suya ni que fuera unos breves y escasos instantes, la cogió de la nuca con una mano y con la otra, arañó la espalda de la amiga, provocando el efecto que quería. Ella, deslizó la mano por debajo de la camiseta para sentir el contacto de su piel, al que tanto había extrañado hasta soñado, con el pudor entre acelerados latidos, quiso deslizar la mano notando así el mástil al que hacía demasiado que no la tenía en su boca, devorando cual golosa hambrienta de la exquisitez más deslumbrante para una lengua un tanto juguetona.

–    Cariño… te echado tanto de menos… – le confesó entre susurros

–    Y yo a ti … deseaba verte y sentirte …

–    Perdóname… discúlpame por no haber estado cuando más me necesitabas …

–    No tienes que pides perdón, es cosa de dos esto. No te preocupes. Ven.

La volvió a besar dejándola sin aliento, sin tiempo para nada más que jugar y pasarlo bien. Retomando la situación, el control y el timón del barco en el que navegaban, los labios de ella dejaron los de él para morderle suavemente el cuello, recorrer la lengua por su garganta y hacerle perder la noción de todo en cuanto les rodeaba.


Luego, él siguió haciendo lo mismo a ella, quién se dejaba mordisquear, ponerla a cien en cualquier lugar, qué le importaba a ella qué pudieran pensar los demás. Nadie sabía de ellos ni lo harían.

–    Uff cariño… te quiero… – susurraron los labios de él a oídos de la amiga.

–    Y yo a ti…

Cuando  él la arañó en la espalda con una mano y con la otra estrujaba uno de los pechos, ella comenzó a abrirse de piernas para que él pudiera hacer lo que quisiera.

–    No te abras de piernas aquí cariño…

–    Pero… es que no puedo más …

–    Ni yo tampoco, quiero tenerte cuerpo a cuerpo. Pero aquí no.

Para que la situación no se fuera a más, conociéndola bien, su compañero frenó, confesándose y aclarando miedos que aún pudieran quedar restos, mientras decidieron abandonar el local tras pagar. Cogidos de las manos, se dirigieron hacia al metro dónde él aprovechando la ocasión, la llevó al rincón del ascensor, la atrapó entre su cuerpo y la pared. La besó con esa intensidad suya, agarrándola del cabello, acariciando los muslos por debajo del vestido, acelerando nuevamente los latidos…

–   Cariño… te quiero – su amiga estaba sorprendida del lugar en donde la besaba descontroladamente

–         Y yo a ti…

No la quería soltar, la había echado tanto de menos, que la hubiera follado allí mismo pero las cámaras estaban acechándole en la nuca. En contra de su voluntad, con la sensación de no haber hecho todo cuanto quería con la compañera, forzó un despido que tendría un retorno tan pronto como en cuanto tuviera la escusa para verla  y entregarse entre cuatro paredes con cristales, mejor espejos.

–        Ve con cuidado con cariño con la moto…  Te quiero – se despidió ella

 –        Descuida cariño. Te quiero. Avísame cuando llegues a casa.

–          Vale. Te quiero.

–         – Y yo a ti.

Hay tantas formas de amarse como colores tiene el arco iris. Hay tantos amantes que nadie sabe que el sexo es la diversión más genuina, que las palabras “Cariño, fóllame por favor que mi tentación es tener tu mástil en mi boca, mi coño en tu boca. Un sesenta nueve atractivo con mi cuerpo y el tuyo” son las historias que nos dejan soñar para fantasear con él/ella… Tuya entre sábanas y fuera de ellas.

 Tirupathamma Rakhi

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