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Molinos de pecados

En la calle llueven palabras calladas, crujen corazones y encienden latidos dormidos en el aura de la brisa. Nada que sorprender al derrame de la cúpula. Tal vez, un suspiro en la garganta, ausentado por el ajetreo de la ciudad. Un sin sentir de la mirada, moribunda en las sierras de la contemplación.

Ellos, sin embargo, se besan en otros mundos. Se aman al antojo de otros abismos. Arrojan las cucharas del amor, empedernido e idolatrado; un libro de ilusiones desvanecidas dentro de las alas de confusión.

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Llevan más de un año jugando en secreto, sin nombres ni apellidos. Sus sombras no salen a la luz, eternamente, se citan en la ciudad de los pecados. Jugosos de la fresca primavera y su infierno, un tormento de dudas y miedos constantes.

Ángeles  esperó al ladrón de sus noches, Javi. Sentada y con algo de frío en los huesos, ella leía en el banco en una de las plazas de la ciudad condal. Él a su vez, salía de su casa, demasiado trabajo acumulado. Si algo sabía, para sus adentros, era que esa aventura le traía loco. ¿Qué maldad había en verse y, de vez en cuando, morirse de placer mutuo? Aunque ese día no pudiera nutrirla tanto como le gustaría.

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-¿Qué haces aquí? Con el frío que hace… – saludó Javi

-Tenía ganas de tomar aire fresco…- ¿qué tiene de malo? respondió Ángeles

-No, no hay nada de malo. Pero…

-¿Y tú no tienes frío con esta chupa y sin bufanda?

-Hombre… calor tampoco tengo… la verdad. Mmm ¿dónde quieres ir?

-Pues… He estado mirando sitios pero no hay nada que sea decente…

-Ya… ¿qué te apetece dulce o salado?

-Me es indiferente. Con tal de que comamos algo, ¡tengo un hambre voraz!- respondió con una carcajada

-Vale… ¿no has comido nada hoy al mediodía, verdad? Te conozco…- sonrió Javi.

-¡Sí que he comido! Pero aún así tengo hambre…

-Bueno… pues… vamos a cruzar la calle y …

Quería un sitio con intimidad. Cogerla de la mano, hacerla algún que otro mimo, barnizarla de dulzura y por un momento ser solamente ellos dos y nadie más. Necesitaba sentirla cerca, perderse en su sonrisa, rociarla de la ternura de mayor pecado existido. Escuchar los relatos que surcaban de su boca, la misma con la que había soñado una y otra vez.

-Conozco un sitio que es pequeñito y acogedor.- comentó Javi

-Pero ¿Qué buscas exactamente?- claro que sabía Ángeles la respuesta. Paredes blancas, mesas lisas de color tranquilidad, y excesivos cuadros totalmente innecesarios para su gusto.

-Pues… algún sitio con intimidad…

Atrás dejaron las grandes avenidas, las calles estrechas  les invitaron a fijarse en un local totalmente opuesto a las que solían ir. Ambos miraron por el cristal de la puerta el pequeño y diminuto local.

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Muy curioso. Tenía un parecido bastante similar a la whiskería que habían estado al principio de sus visitas. Éste en el que se habían adentrado, también estaba decorado de madera, con seis pequeñas mesas redondas. Y una corta barra.

Se sentaron en una de las mesas que estaban más en el medio del local, para guarirse de la ráfaga de viento que acechaba en la calle.

-Ya me siento yo en la silla, que tengo el culo pequeño- le dejó caer a Javi

-No, que yo sé que te gusta sentarse con más espacio.

Sin hacerse rogar demasiado, se sentó en la madera larga como asiento. Quitándose las chaquetas y dejando a un lado el bolso que llevaba Ángeles, segundos más tarde, se acercó el camarero para coger comanda. Aposentándose, Javi acercó su silla hacia a ella, quizá para dejar una caricia, sentir el roce de los cuerpos con sutileza.

La amiga había sufrido un accidente con la moto dejándola con unas buenas cicatrices y dolores agudos. Javi, preguntó por la recuperación lenta. Vio los puntos, la carne reconstruyendo, todo su vello del brazo se le puso de punta.

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Tan fuerte en la cama, tan hombre con sus besos y tan sensible para aquellas cosas. “Manda narices…” pensó y sonrió para sus adentros, Ángeles.

Estuvieron hablando hasta saciarse. Ella, derrochaba palabras sin parar, hasta cortaba las de él sin darse cuenta. Pero qué iba a hacer, moría de ganas de dejar de hablar y ceñirse a besos y abrazos que olían a dueños el uno del otro.

-¿Quieres cenar aquí o cambiamos de sitio? – preguntó Javi

-Lo que tú quieras la verdad. Ya me va bien estar aquí, pero a ti no te veo muy convencido…- efectivamente, él no lo tenía nada claro.

Y tras dar muchas vueltas en su cabeza, decidió llevarla a otro sitio.

-Pago yo, que puedo.

-Déjamelo a mí. Voy bien y sin preocupaciones. – declaró él.

Caminaron bajo la fina lluvia unas cuantas calles y el frío primaveral les aceleraba el paso según donde estuvieran. Con las manos en los bolsillos de las chaquetas, rebozándose de simples momentos guardados para la eternidad.

-Vamos a ir al local que fuimos el otro día…

-¿cuál? – preguntó ella

-Al de los zumos tan buenos. ¿te va bien?

-¡Ah…! ¡Sí! ¡Claro!

Como solía estar aquel local, casi vacío y más a las horas que iban.

-Cógete algo… no seas tozuda, que te conozco…

-Sí… no te preocupes- aunque la verdad es que no le apetecía nada de lo que veía en las vitrinas, se decidió por un sándwich de queso brie

Yo quiero el bocadillo de queso… y para beber… una cerveza

-Vale… yo también. Pues, que sean dos de quesos y dos de cervezas

Sabiendo la situación que Ángeles no iba muy bien económicamente, no dejaba que pagara nada. Ella, rendida, dio la palabra que la próxima vez invitaría ella.

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Buscaron un sitio alejados de la gente. Uno frente a otro. Comieron y bebieron mientras compartían más minutos de charlas.

Ángeles preguntó por su convivencia, pues Javi había empezado la aventura de vivir con su pareja. Éste le explicó sus va y bienes, cosas que su amiga le entendía a la perfección. A veces reía por las anécdotas que le contaba. Muchas de ellas, se parecían a las confrontaciones que tenía ella con su pareja.

-¡Eres como yo! – comentó entre risas Ángeles.

-Nos entenderíamos bastante, te lo dije hace tiempo…- y aquella frase la dejó por pensar. Sí tan claro lo tenía… ¿a qué jugaban? Se preguntó Ángeles. Ella estaba loca por él. Javi, también lo estaba por ella. Sin embargo, quizá su relación no podría funcionar tan bien como la que tenían.

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¿Podría ser que alguna vez  Javi se hubiera planteado tener algo más con su amiga nocturna? Más allá de las citas esporádicas, de pensamientos extraviados. La deseaba, extrañándola hasta perder minutos y alguna que otra hora en su habitual rutina. Pero, si se lo decía, sabía que crearía un gran problema en sus respectivas vidas. Las condiciones eran las que eran, verse para amarse, aferrarse a “Quiero pero no puedo” o, “Quiero, per… ¿debemos?

El tiempo le apresuraba una vez más en sus quehaceres.

-Nos tenemos que ir… – dijo tras mirar el reloj de su móvil.-

-No… unos minutos más… va… – le rogó.

-Tengo trabajo…y además me están esperando los compañeros del trabajo.

Se levantó, obligándola a hacer lo mismo que él.

En el pasillo donde se quedaban, casi, escondidos. La besó. Cogió de su cintura, inhalando su perfume, llenándose del recuerdo de sus labios. Ella, sin demora y aprovechando la ocasión, dejó enredar sus dedos en los cabellos de Javi. Sentir su piel bajo las capas de la ropa, era el pecado del que llevaba deseando desde hacía meses. El deseo se notaba con la fuerza en que sus labios se buscaban. La química que tenían era mayor que cualquier mera atracción.

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-Antes de que te vayas… dame un beso grande. De esos que marcan y hielan las venas. Congelan el corazón e inmortalizan los recuerdos. – suplicó ella. Javi hizo lo que le pedía. También él deseaba no marcharse y quedarse horas junto a su amada.

Despojarla, lamerla, abrasarla de su sexo hasta quedarse rendida. Su amiga tenía mirada que le hablaba sin palabras. Sabía con creces cuánto le deseaba y el sentimiento que le provocaba. Herirla era lo último que iba a hacer, no se lo merecía. A pesar de las distancias que últimamente creaba entre ambos, por su nueva situación. Ella tampoco se lo reprochaba, comprendía que no podía jugar con fuego. No quería romper su vida privada.

Salieron del local. Cada uno a un destino diferente. Sin embargo, queridos amigos… Los amantes no son más que, amigos de la noche, del amor secreto, de la fantasía compartida. Desvivir por el otro ajena a la sociedad y sus jugadas.

La lluvia y el frío los envuelve, la aventura perdura, los corazones con fuerza laten por el otro. Te amaré con mis labios cosidos, acorazado sentimiento.

Tirupathamma Rakhi

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