Un tentempié para las ganas. Otro para el gozo y el placer confesado una y otra vez. Uno as de pocker para las jugadas que no necesitan ser ocultas en la noche. Un camino para cerrar las puertas del ayer, andar lentamente con el fuego en las venas y romper los icebergs sellados en el recuerdo impidiendo encontrarse con uno mismo.
Vivir para explorar el sentimiento propio des del destierro hasta conectarse con el universo. Se necesita hundirse para brillar en la luz y la oscuridad. Unas veces la distancia refleja la extrañeza del sentimiento, dónde la cautividad se adhiere en la coraza de la piel quemada por lágrimas, llantos, desespero. Y las dudas recurren, día sí y día también. ¿Nos volveremos a ver? ¿Nos quemaremos de deseo con la mirada, para llenarnos del sudor extasiado en unas sábanas de pecado? Llegan las brisas del verano en un atardecer de cortinas, bailando al son de la música de fondo, mientras los dedos saborean el teclado de un portátil amarrado a la sonrisa de la escritora que recuerda destellos insusurrables a la fantasía.
El crepúsculo tiene sus secretos.
Nuestros protagonistas se llenan de desesperos, nuevos retos en sus vidas. Quiénes les conocen, saben de los latidos y los deseos que les traicionan la mente perversa.
Barcelona, como en otras ocasiones, juega a ser la más divertida y la experta en la seducción. Sus calles de gentío rumbean y cantonean con el calor de la estación, disfrazan la tristeza con sombras y labios de colores. Pintorescas cartas sobre la mesa de los atrevidos.
Papeles en la mano, bolsas colgadas del brazo. Dos gafas en la cabeza, dos sonrisas en rostros de conocidos, mucho más que eso. Dos cuerpos relajados, uno frente al otro, sentados en una terraza de plaza peculiar. Juventud de visiones transitorias. Conversaciones vagamente familiares.
Enamorada de la desinhibición, sentir el crujir de verse temblar frente la presencia del otro. Él, conquistado por la seducción, juego de miradas.
Entre sorbo y sorbo, las palabras salían de las bocas de ambos, contando las anécdotas de cada uno, de las risas surgían chispas.
-Estas… ¡uau! ¡Espectacular! – mudo tras ver las fotos que ella le había dejado ver en su móvil.
-…¿sí? –dudosa de la veracidad de él y a la vez, encantada por la expresión.
-Sí… resalta tus curvas… favorece lo mejor de ti.
La respuesta de ella fue una sonrisa tímida, halagadora.
Siempre apurando el tiempo sin poder terminar de gozar del placer de la compañía de ella, ¡cuánto deseo envolverla con mis labios!
¿Sabes qué me apetece hacer? – le preguntó a su amiga
No , dime… ¿Qué te apetece?
Pasar unas horas en una bañera en agua caliente. Contigo, respirar relajados y olvidarnos de todo. Me apetece estar así, sin nada más.
Cuando puedas y podamos coincidir con tiempo… ya lo sabes, no tengo inconveniente.
Dame un poco de tiempo para terminar de coordinar con algunas cositas, miramos con calma.
No tengo prisa, ya lo sabes.
Ella quería algo parecido, no en una bañera con burbujas pero si en la cama, abrazados. Nutriéndose de besos, de confesiones y dulces momentos que ya había olvidado. En su vida todo cuanto tenía se había tornado de mera rutina que no le daba sentido al amor de películas. Y él, agobiado en la nueva vida. Un camino que le llevaba a la duda, no constante aunque sí presente.
Ella extrañaba el sentirlo cuerpo a cuerpo, con un abrazo de sentimiento. Él volaba con los párpados cerrados en las noches de mayor sensación de vacío, aún con la compañía de la fragancia del amor perfecto.
¿Te irás algún sitio de vacaciones? – se interesó el amigo
No… En principio, trabajaré todo cuanto pueda estos meses. Más adelante ya se verá. ¿por qué lo preguntas?
Bueno, podríamos hacer algo cuando ya lo tenga todo algo más controlado.
Me parece fantástico
Y de repente, una delicia. La caricia que tantas veces, ella, había soñado. Una sonrisa de anhelo en el rostro, de él. También él deseaba sentirla un poco más cerca, a pesar de la mesa que les separaba. Había olvidado la suave piel de la chica de enfrente.
Hubiera llorado de la emoción, sentir esa atención que ya no le daban era una odisea en su interior. Sin él saberlo, le había devuelto la vida. El sentido de recuperar la ilusión que se había pagado.
Las despedidas no son buenas, y más cuando hay promesas por en medio para cumplirlas. Deseos que hacer realidad y no dejar como algo pendiente. Los caminos se pueden separar por un tiempo, las ganas seguirán en las mentes de aquellos que se necesitan para complacer aquella carencia que nadie más puede llenar.
¿Sabes tú el soñar que hace llorar de ésa melancolía que sólo se vive con la fantasía?
Tirupathamma Rakhi
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