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Esculpidos juegos

Las horas en solitarios comparten demasiadas fantasías con las historias transcurridas con una buena compañía. Los libros entienden nuestras mentes, aunque quién mejor nos puede comprender es aquél (o aquella) que su lengua es la misma que la tuya, mirada feroz, manos preparadas ya para despojar cualquier cuerpo sin escrúpulos. El sexo es el mayor vicio sucio, depravado, atrevido, contratado para el disfrute de dos sin que nadie salga dañado. Un pacto apalabrado, hay quien que prefieren dejarlo escrito con sus respectivas condiciones para evitar futuros mal entendidos. Un juego que pocos están dispuestos a participar.


Los compañeros, retomaron las habladurías diarias, con sus distintos ritmos de jornadas. La compañera se atrevió a mandarle: “echo de menos tu lengua”, cuando el amigo leyó el sutil mensaje se quedó anonado, no creía lo que veían sus ojos en la pantalla de su móvil, miró a su alrededor y releyó, una y otra vez, hasta darse cuenta que no eran imaginaciones suyas. Cuando quiso responder debidamente, ella le pedía disculpas por el atrevimiento. Lo que ella no sabía es que él era más abierto de lo que se podía imaginar, su respuesta fue “me encanta”. Hasta el día que se vieron, dedicaron a mantener conversaciones de situaciones que habían vivido, como el caso de la primera vez en el hotel o la segunda en el coche, hasta que finalmente, el compañero tuvo que hacerse un apaño solitario con su mano derecha,  confesando a la amiga. Ella celosa de esa intimidad no compartida, fantaseó con la situación y mojó su ropa interior, y como venganza, haría de su hombre la tortura destinada a follarla sin condiciones.


Como un lujo de los que se permiten una vez cada tanto, el hombre hizo una reserva en un hotel especializado para su caso. Y para hacer tiempo antes de entrar, la llevó a un bar que estaba frente el apartamento, se sentaron en una terraza.

–   Perdona amor, asuntos de trabajo…- como solía empezar cada vez que la veía cuando estaba pegado al teléfono.

–   No pasa nada. Tranquilo.

Desesperado por notar el calor de su amiga, la cogió de las manos, acariciándola suavemente, sin embargo, ésta respondió de forma tímida y a los segundos se apartó.

–   No es que no quiera cariño… pero, estamos en una zona un tanto delicado…

–   Ui…. Lo siento, pensaba que…

–   No no, no te preocupes.

Siguieron hablando. Dejaron el trabajo de lado para relajarse y hablarse de aquello que les había unido desde el principio, la química en las sábanas. Comentaron entre risas, muertos de los deseos de no alargar más la conversación, él, la apresuró para ir a la habitación. La reserva estaba hecha dentro del garaje de un hotel, donde había otro pero de placeres. Les atendió una chica de unos treinta años, informal pero con las prisas hasta en las puntas de los pelos.

–   Buenos días – les saludó

–   Hola, buenos días. – respondieron al unísono

–   ¿venís con reserva?

–    Sí.

Una vez él diera sus datos, la recepcionista les acompañara hasta la habitación, él cerró la puerta desde dentro mientras su amiga hacia una repasada completa al lugar. La habitación era pequeña, la cama a mano izquierda redonda con pequeños cojines color negro, a mano derecha había un pequeño armario sin puertas para dejar accesorios de joyas, gafas y poco más. A continuación de éste se toparon con una bañera jacuzzi que al chico le encantó. Frente la bañera y detrás de la cama, se encontraba un baño con una ducha y las puertas de mampara, espacioso a pesar del tamaño general.

Después de que ella terminara de  fumar el cigarro, él de preparar el jacuzzi con agua caliente y estar medio desnudo. Ella, se quitó sus joyas y dejarlo encima de la cabecera de mármol de la cama, su amigo se colocó al borde de la cama, ella fue hacia él. Con pausa, delicadeza, casi con una cierta ceremonia, comenzó a desbotonar su camisa de cuadros rosas sin mangas, mientras él ansioso por ser seducido, miraba como lo hacía. Al tercer botón, besó con delicadeza los pechos de la compañera, extrañaba tanto esos pequeños volcanes que hasta soñaba y pensaba en ellos, a todas horas. Sin poder aguantarse más, ella se arrancó la camisa para caer rendida al encanto que tenía delante, besándolo con frenesí, necesitados los dos, devorándose sin miramiento alguno.

–         Me encantas cariño… eres increíble. – empezó a susurrar mirándola a sus ojos mientras el pelo de ella les hacía de cortina y la intimidad más exagerada.

–         Y tú a mi… ¡Qué mal he pasado todo este tiempo que no hemos podido estar juntos!

Él se echó atrás y ella se tumbó encima de él, besándolo cada rincón de su cuerpo, desde la parte detrás de la oreja, seguidamente el cuello, la garganta mientras él disfrutaba de la acción, le tocaba los pechos. Los manoseaba, los mordía, los chupaba, jugaba con ellos excitado. Terminaron de quitarse la ropa interior, ella bajó hasta las entre piernas de él para recordar y saborear aquello que era suyo, de nadie más.  Hambrienta, miró con sumo gusto el cipote, relamiéndose los labios y sonriendo maliciosamente a los ojos de él, quién a su vez gozaba de cómo le miraba con esa carita de tener tantas ideas malas…


Se la metió dentro de su boca, engullendo el miembro de centímetros inconfesables, anchura más que impresionable. ¿Qué medía? ¿15? ¿Quizá más? aun con la curiosidad que tenía jamás se lo preguntó. Se entregó a chuparla con desde la lentitud hasta la rapidez más feroz, succionando el tesoro más apreciado para hasta entonces. Cuando se dio cuenta que su boca estaba algo cansada, ella paró y ambos buscaron los labios del otro para perderse entre excitantes besos destinados a estar más rato unidos que separados. Sus cuerpos sudados, pedían más diversión y eso mismo fue lo que hicieron. Ella desesperada sin soltar los labios de la boca de él, quería el mástil dentro de su cuerpo y hasta que no consiguió que se metiera entera, hasta el fondo no paró. Entonces, con toda provocación, seduciendo con cada uno de sus movimientos, pretendió que su hombre la recordara cuando estuvieran separados, independientemente con quién compartiera la cama, que fuera ella quién apareciera en mente. Él, como un niño pequeño con un juguete del que podía disfrutar unas meras horas, se dejaba asombrar por esa mujer que le tenía perdido en cada momento compartía. Tenerla para sí mismo, era un lujo que sólo podía disfrutarla él y nadie más, qué le importaba si otro besaba esa boca, ¿quién lo iba hacer mejor que él? Había soñado infinitas noches con ella y el jolgorioso juego de sus ojos, el pelo intacto, pero sobretodo; le hechizaba en todas y cada una de las veces que se citaban. En más de una ocasión se había dado cuenta que su mujer disfrutaba llevando el control de la situación, pero también él se lo pasaba muy bien cuando poseía las riendas sobre el cuerpo de ella. Con ello, sin que el miembro se saliera de sí, agarrando con fuerza y prudencia, la cogió para tumbarla de espaldas al colchón. Siguió con el baile, follándosela, besando sus labios y los pezones. Lamió los labios de ella, esperando a ver la respuesta, ésta le siguió, para que le mordiera el antebrazo y el pecho desnudo de pelos. La admiraba aunque ella no lo sabía, en su interior fascinaba todo aquello que escondía ante los ojos de cualquier desconocido. Tenerla en bajo el control, ver la sonrisa que traía consigo era deslumbrante.

–   ¿qué quiere decir esa sonrisa…?

–   Uf…cariño…que me encantas.

–   Y tú a mí, nena…

Lo que él no sabía era que su amiga le ocultaba las ganas que tenía de decirle que la mordiera el cuello, besara, chupara y sus pequeños pezones. Con el pudor entre carnes, se calló. Sacó el miembro del interior de ella, se la metió en la boca para que pudiera saborear los propios fluidos, sin rechazar el plato, la amiga lo aceptó. Estuvieron un buen rato hasta que quisieron descansar un poco, se salieron de la cama y se metieron en el jacuzzi. Relajándose juntos en las aguas calientes, uno al lado del otro. Dónde la niña la demostró una vez más que le deseaba en cualquier lugar, se colocó encima de él para besarle los labios, pasando los suyos por su cuello mientras con una mano jugaba con su miembro. No cesó hasta que consiguió que se excitara, para ella verlo en toda su desnudez era un lujo que le gustaba poco compartir con nadie más.

–   Fóllame cariño…- le imploró la amiga

–   Nena…- río con esa voz provocadora que tenía él.

–   Por favor…

–   Ni que fuera yo quién no te deseara, cariño…

–   Cariño… fóllame…


No tardó ni dos segundos en salir del agua en cuanto éste le respondió que sí. La tumbó encima de la cama y él enterró su cara en el coño para volverla fuera de sí, esos labios tan grandes que tenía le permitía succionar el clítoris y luego meter la lengua hasta al interior de su órgano que le era su debilidad. Gozaba tanto del placer de le quedaba que podría estar horas. Su compañía gemía mientras iba agarrando con fuerza las sábanas hasta sacarlas del colchón, también los cojines para no explotar gritando como hacía de costumbre. Sus fluidos de un disfrute inimaginable. Apartó la cara de allí para colocarla hasta arriba de la cama y cuando quiso poner la polla en su boca ella se resistió.

–   ¿No quieres…?- preguntó éste

–   …- le sonrió ella

–   Me vas a obligar a…- ella le respondió con una mirada de decir que era lo que quería

La agarró de los largos cabellos de ella y se la metió en la boca. Era buena, muy buena. ¡Qué desperdicio quién estuviera con ella que no quisiera toda esa fantasía cumplirla. Juguetona de forma discreta le hacía pasar su miembro por la cara, el cuello y en los pechos.

–   Quiero correrme encima de ti – le sugirió él.

–   Hazlo…

Encantado por su respuesta, meneó el miembro hasta que notó sus fluidos salían como una gran fuente por el cuerpo de ella. A continuación la limpió para después besarla con amor, cariño y ternura. Se tumbó encima de ella, cansado, dándose unos segundos para recuperar fuerzas. La arrastró hasta el borde la de cama de nuevo, la puso a cuatro patas, follándosela como ambos les gustaba.

–   Míranos en el espejo.

La obligó a mirarle a través del reflejo, viéndola las caras de gozo que ponía, los gemidos que soltaba mientras la empotraba sin contemplación. Poco a poco ella se fue dejando caer para terminar recostada y él seguía con sus movimientos. Su amiga, observaba cada entrada y salida del miembro, como su trasero deseaba más de ella. Varias penetraciones más tarde, ella se volvió hacerse dueño de él, poniéndolo debajo para romper ese orgasmo que callaba y la estaba ahogando, quería darle lo que le pertenecía. Observándose a través del espejo cuando llegó al máximo clímax, estalló en el mayor orgasmo del juego.

–  Eres mía… – susurró él mientras la tenía cogida del cabello, movilizada. Y esas palabras la hechizaron, hacía tanto que deseaba los siseos de los vocablos pronunciados del hombre que se la follaba, a quién amaba.

Le besó con pasión, lujuria y la determinación de la promesa que aquello el próximo día sería el sado del que él tendría que probar. Vieron la hora, les quedaba poco tiempo para ir desalojando la habitación. Se metieron en las aguas de nuevo, divirtiéndose con los pies, acariciando las piernas. Una mezcla de desahogo, satisfacción, declaraciones que no se pronunciaron aunque ya sabían que aquello seguía siendo solamente el principio de una gran aventura de meses infinitos.

Salieron de allí, se ducharon, poniéndose sus ropas, arreglándose para la discreción absoluta. Marcharon del hotel con gozo, preparándose cada uno para sus obligaciones. Se despidieron con un beso a medias, un abrazo que lo decía todo.

¿Por qué desperdiciar el placer de la satisfacción con otro/a? Como el buen vino, el sexo se comparte con la mejor compañía del catálogo de los amantes. Y si con ello, cabe la posibilidad de mantener una amistad, un sentimiento correspondido. El resultado de la diversión es mucho más atractivo.

Tirupathamma Rakhi

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