Tornan las puertas al desespero, quién goza del anhelo y se alegra de la incertidumbre. Quién posee la magia de acariciar un cuerpo sin rozar, electriza los poros aún sedientos.
Los días se pasean con la gentileza del andar de un bailarín, saltando obstáculos y jugando a ser el antifaz de la noche. El amante en llamas, firmando la carta antes de presentarse como el maestro de la seducción, una profesión que pocos saben cómo cabalgar en ella. Si con la timidez se juega, se gana con una guerra de jadeos indomables.
Las pieles se secan, adheridos entre recuerdos, las yemas pierden tacto y la sensibilidad envuelve mentes apasionadas.
Masculinidad sobre valorado, feminidad absorbida por la sociedad perturbada con horarios insuperables, con el tiempo al alcance de cualquiera que quiera llegar a sobrevivir durante unos meros años. Sin embargo, como suelo dejarme hacer, la existencia no es una cuestión de rutina que juega a destruir la belleza y la hermosura del suspirar, se trata de viajar sin cambiarse de país, sin abandonar las calles donde se cuelgan huellas.
Si ellos fueran otra historia, quién sabe qué les podría suceder. Aunque, en el traslado del tiempo, si no lo hemos experimentado, no lo hemos vivido diría él. Más que una cuestión semántica, es una cuestión de saber encontrar el lugar adecuado para dar el pulso indicado.
Mis amigos de la noche, del atardecer que amen la noche, con terrazas de sabor a cereales procesados, la miel les quema en la lengua y nadie sabe el motivo.
Ya no se aceleran los latidos, desorbitados satélites en un universo en erupción. Tal vez, en la necesidad de nutrirse con solo verse se mitiga el deseo de intimar. Ocasiones contadas, reviven en las noches y ellos gimen al pensarse y recordándose. Esta noche te he visto en el rostro equivocado.
El néctar está en el paladar de él, la labia de tocar la fibra sensible al describir la relación. Esta vez quiero escuchar los gemidos callados saliendo de ésa garganta, la misma que he lamido y besado sin pudor alguno. Háblame todo cuanto quieras, no voy a exprimir la necesidad que llevo tatuada en la piel, la que has besado y mordido sin reprimir deseo acumulado.
Si los poros hablaran en un abrazo, ¿quién sería capaz de hacerles caso? No sabes cuánto extrañaba sentirte tan cerca, a pesar que no lo digo a menudo, te quiero y sentía morir después de tanto. Prometo raptarte, dejarte con el pelo tan revuelto que él no sepa el motivo. Te haré tanto daño con mi sexo, que temblarás al terminar y me pedirás más. Como sueles hacer al estar junto a mí. Oiré tu boca jadear hasta perder el sentido del habla. Te lo prometo mi pequeña diabla. Mi palabra con tu lengua. Juntas en secreto. A nuestro modo.
No me quieras a medias, si las ganas son todo cuanto quieras saciar. Si al volverme, para separar caminos unos instantes, me dejas con deseo de decirte cuanto siento por ti y lo que eres en éste corazón loco por ti. Cariño de la noche. Tu amiga de las sábanas.
Texto de Tirupathamma Rakhi
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